
Bogotá tiene su guaguancó y su sabor «Sonora Ponceña»
El segundo día de Salsa al Parque 2025 convirtió al Simón Bolívar en un templo de la salsa viva El domingo 5 de octubre, Bogotá volvió a demostrar por qué
El segundo día de Salsa al Parque 2025 convirtió al Simón Bolívar en un templo de la salsa viva
El domingo 5 de octubre, Bogotá volvió a demostrar por qué merece ser llamada “Ciudad Salsera”, y lo hizo con fuerza, con alma y con ese swing inconfundible que solo se vive cuando la música se convierte en fiesta colectiva. El segundo día del Festival Salsa al Parque 2025 no solo revalidó el poder de este evento cultural, sino que elevó la experiencia a otro nivel: el Parque Simón Bolívar se transformó en un templo donde se honró el legado salsero, se bailó con el corazón y se tejieron memorias que perdurarán por años.
Desde el mediodía, los sonidos de la clave, la conga y los metales llenaron el aire. La ciudad respondió con fuerza: familias, coleccionistas, bailarines, jóvenes y viejos salseros llegaron con camisetas de Héctor Lavoe, banderas cubanas y vinilos bajo el brazo. Porque en este festival, más que un concierto, se vive una comunidad salsera en plenitud.

La jornada comenzó con sabor local. Orquesta Candombé, seguida por Marea Brava y Alejandro Rincón y La Saloma, demostraron que en Bogotá y Colombia hay semilla salsera para rato. Sonidos potentes, letras sentidas y una energía contagiosa dieron inicio a una jornada maratónica.
Luis Felipe González, figura emblemática de la salsa clásica, entregó una presentación impecable que conectó de inmediato con los más veteranos del parque. Su voz sigue siendo una joya viva del bolero y el guaguancó, y el público lo recibió con la reverencia que merece un maestro.
Uno de los momentos más esperados y memorables del día fue la aparición en tarima de Las Estrellas de Buena Vista, dirigidas por el legendario tresero Pancho Amat. El grupo trajo la magia de Cuba a Bogotá, con un ensamble conformado por flauta, violín, bongó, piano, contrabajo y metales que supieron honrar el legado del son, la guajira y el bolero.
La voz de Rosalía Gómez, oriunda de Santiago de Cuba, estremeció al público con una majestuosa interpretación de Lágrimas Negras, y luego hizo vibrar el alma colectiva con Chan Chan, en homenaje a Compay Segundo. El parque coreaba: “¡Compay, Compay!”, en un momento de comunión total entre Cuba y Colombia.

La jornada continuó con fuerza. Edy Martínez, al frente de Privilegio Latino, nos regaló uno de los actos más técnicos y emotivos de la tarde. El pianista colombiano, leyenda viva del jazz latino, trajo consigo una nómina de músicos de primer nivel. Su set fue un viaje sonoro por décadas de historia musical, recordando sus colaboraciones con grandes como Celia Cruz, Tito Puente, Dizzy Gillespie o Paquito D’Rivera. Fue una clase magistral de salsa, jazz y dignidad musical. Un hecho importante se marcó en la presentación cuando apareció Frankie Vásquez.
La fiesta siguió con el sabor dominicano de Mickey Taveras, quien puso a cantar y bailar a todo el parque con éxitos como Me gustas, Y qué me pasa, y por supuesto, Quiéreme. Su carisma desbordó la tarima, y en un gesto que emocionó a todos, cerró su presentación envuelto en la bandera colombiana mientras decía: “Ahora voy por la nacionalidad colombiana”. El público lo ovacionó con fuerza.

La noche fue cayendo y el ambiente se tornó más eléctrico. Grupo Galé, con su inconfundible sonido y la dirección de Diego Galé, hizo lo que mejor sabe hacer: poner a bailar al pueblo colombiano con su fusión perfecta entre salsa dura y romanticismo de barrio. Su set fue una celebración del recorrido salsero hecho en Colombia.
Pero el gran cierre del día vino con la mítica Sonora Ponceña, una de las agrupaciones más esperadas por los asistentes. Desde Puerto Rico llegaron con un show de alto calibre, interpretando himnos como Hachero pa’ un palo, Ramona, y el inolvidable De qué callada manera.
Fue entonces, al cerrar su show con Fuego en el 23, que lanzaron una frase que se quedará para siempre en el alma de este festival:
“Bogotá tiene su guaguancó y su sabor”.
Y sí, lo tiene. Porque en este segundo día de Salsa al Parque, quedó claro que Bogotá no solo acoge la salsa: la vive, la entiende y la celebra. El festival no es solo un espectáculo musical. Es una plataforma de memoria, resistencia cultural y orgullo latinoamericano.
Cada edición lo confirma: Salsa al Parque no es un evento más. Es un ritual de identidad, un homenaje a la historia y al presente de una cultura que se niega a morir. Y si algo nos enseñó este segundo día, es que Bogotá no baila salsa… la lleva en la sangre.
Por: Carlos Amaya
Fotos: Idartes